viernes, 28 de septiembre de 2012

Ser, sobre-ser

Tomar determinadas decisiones, sobre determinadas bases para llegar a determinados objetivos y preservarlos; no es más que el hado de nuestro hemisferio cerebral (o cerebro hemisferial). Llegar, llegar, llegar. El hecho de reservar y conservar los trofeos de nuestra egolatría, cual trofeo de guerra exhibido sobre el iluminado muro final del gran pasillo, solo como una prueba “viviente” de hazañas 
realizadas. Con la necesidad de que la materialidad relate las historias que la infinita memoria universal recuerda. Solo bastaría un giro en el destino de los recuerdos, buscarlos como una olvidad manifestación del alter ego, centrar la visión en la desaparición de los mismos, corrompiendo su interior por miles de hormigas y por fuegos incinerando el sein de los mismos, dando lugar al vacío inconmensurable e invasivo. Elegir temas, plagiarlos, re-lucir el brillo de las uñas intentando recuperar aquel sútil destello que se pierde todavía entre química, hexágonos negros y fondos amarillos, buscando y rogando un segundo, una fracción por la cual entregar nada, nada recuperable; el nihilismo brotando desde el fondo, de la oscuridad el odio-amor (nuevamente el plagio) incinerándolo todo, buscando escapes inconcebibles, incongruentes. Cortos lapsos de verdadera creación, solo impulsados por el antiguo rencor sobre las tijeras y los castigos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario